Ronzando el cielo en Iskanderkul, el bello lago tayiko

Viajamos a un país de Asia Central que aún se cuenta entre los menos conocidos del mundo, un lugar por el que, en otros tiempos, discurría la mítica Ruta de la Seda. Estamos en Tayikistán, un territorio de increíble naturaleza alfombrado de montañas y lagos en el que habitan alrededor de 8 millones de habitantes cuyo origen es persa, gentes amables y hospitalarias que siempre están encantadas de compartir un buen té.

En este país, que en su día formó parte de la URSS, se vive muy cerca del cielo, a casi 3.000 metros de altura sobre el nivel del mar. Tras independizarse y después de sufrir una guerra civil, Tayikistán se ha ido recuperando y resurgiendo con el tiempo. Su capital, Dusambé, sin duda merece una visita, sin embargo nosotros estamos aquí con la intención de dejarnos abrazar por la fascinante naturaleza de este territorio. Para ello nos dirigimos a un lago tayiko espectacular que nos promete calma y paisajes espectaculares: el lago Iskanderkul.

Esta bellísima extensión de aguas cristalinas se encuentra a cerca de 2.200 metros de altura sobre el nivel del mar y está rodeada por los imponentes montes Fann. Es uno de los lagos más grandes y emblemáticos del país. Su nombre significa ‘lago de Alejandro Magno’, ya que, según cuenta la tradición popular, el gran conquistador pasó por este lugar en su camino hacia la India y decidió descansar junto a sus aguas.

Buena parte de la orilla del lago Iskanderkul está cubierta de pequeñas piedras, circunstancia que le otorga aspecto de pequeña playa. Además, es muy agradable zambullirse en sus aguas, especialmente en los meses cálidos, momento en el que, con un poco de suerte, su temperatura se acercará a los 10 grados y no nos impresionará tanto.

El lago ofrece muchas más posibilidades: pasear o realizar senderismo en sus alrededores, recorrerlo navegando en pequeñas barcas o buscar la serenidad y la paz que se respira en este paraje idílico. Además, en cierto punto de la orilla se encuentra una zona de picnic en la que podemos reponer fuerzas mientras disfrutamos del paisaje. Esta pausa nos resultará ideal para degustar algunos de los platos tradicionales de la cocina tayika, en la que destacan alimentos como el cordero y el arroz, siempre acompañados por un buen té.

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