Santa Teresa, la fortaleza pentagonal

Esta antigua construcción se encuentra en el departamento de Rocha, en Uruguay, y está declarada Monumento Histórico del país
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Confieso no haber leído que sus muros, de doble piedra unidos por estribos, tierra y cascotes para resistir los disparos de la artillería, fueron construidos por los portugueses en 1762.  Que luego fue tomada por los españoles, ni que el virrey Pedro de Ceballos decidió concluir la obra de forma pentagonal para vigilar la frontera. 

FORTALEZA  (5)

Si bien llegar nos costó secuelas en la barra estabilizadora del motorhome -que aún suena como una coctelera-, la vista panorámica del área protegida con 1.000 hectáreas de bosque de flora autóctona con especies importadas y mar, lo vale. Las extensas playas del parque son aptas para bañarse, pescar e ideales para surfear.

Confieso que cada vez que vamos a sitios históricos siento la necesidad de deambular un rato para conectar. Para mí las casas, los museos, los lugares emanan energía. Aquí yo sentí paz, lo cual me pareció tremendamente extraño en una “fortaleza” rodeada de cañones inactivos, un museo de pólvora, torres de guardia para el enemigo, una herrería de espadas, una enfermería para moribundos y un cementerio.

FORTALEZA  (1)

Oli y Simón hicieron takeover con nuestros teléfonos y jugaron a ser periodistas, cada uno con su estilo. Él tocó y exploró cada cañón, filmó todas las espadas y preguntó si aquí lucharon de verdad. Las letrinas y la carreta llamaron su atención hasta que se aburrió y comenzó a correr de arriba abajo por las colinas de césped verde recién cortado. Ella entró en cada torre hasta que descubrió las que miran al mar, nos agarró fuerte de la mano y dijo: “No me gustaría haber vivido en esa época de tanta muerte. Voy a llevar a mis hijos a todos los lugares que ustedes me llevan a mí”

Entre los visitantes del lugar, que en su gran mayoría dan una vuelta y siguen, me llamó la  atención una señora de unos 55 años. Apoyaba su espalda en un árbol, su pierna izquierda en toda su extensión en el césped y sobre ella descansaba la derecha levemente flexionada. Se había descalzado y solo observaba. Quizás con la misma intención que yo. 

FORTALEZA  (2)

Sin los jaguares que antaño amenazaron tanto como la artillería enemiga, nos sentamos sobre una ladera de la colina. Cinco minutos de silencio para escuchar el lugar, con niños no fue posible más. Se oían los pájaros cantando y, a los lejos, el sonido del mar.

Artículo de Sofi Solari Adot, pasajera de los Feippe, familia viajera.

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