Alpujarra Granadina, un paseo a los pies del Mulhacén

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El Mulhacén, con 3478 metros, es el punto más alto de la Península Ibérica. En sus laderas, por el sur, entre el Parque Nacional de Sierra Nevada y el Mediterráneo, se levantan un conjunto de pequeños pueblos que forman la comarca de la Alpujarra Granadina, conocidos como los pueblos blancos de Granada.

Calles sinuosas y estrechas que suben en forma de cuestas empinadas, casas escalonadas que parecen colgadas de la misma montaña y gruesos muros blancos con sus características chimeneas de sombrero y techos planos de gran influencia bereber. Construcciones que interactúan con el relieve y aprovechan el medio como parte del hábitat natural. Una fusión entre la naturaleza y el hombre que da pie a una sucesión de poblaciones en medio de montañas todavía casi salvajes.

Al estar enclavados en el Parque Natural de Sierra Nevada la riqueza de flora y fauna es extraordinaria y una de las mayores de toda Europa. Se pueden encontrar más de 2000 tipos de plantas diferentes, de las 8000 catalogadas y reconocidas en la Península Ibérica. Largas arboledas de pinares y encinas, que se entremezclan con asentamientos agrícolas autóctonos. Todo esto hace de la región un remanso de paz, además de convertirlo en proveedores de exquisitos productos agrícolas y ganaderos propios, lo que ha hecho que se desarrolle una gastronomía rica y variada. Cabe destacar la miel, los quesos, los productos porcinos, los vinos, etc. La zona es rica en tradición de guisos, sopas y potajes que sirven para calentar en los inviernos, pero el plato alpujarreño en morcilla, lomo de orza, longaniza, papas a lo pobre con huevos fritos y jamón serrano, originario del puebelo de Pampaneira, pero adoptado por toda la comarca.

La Alpujarra Granadina. / Foto: Daniel Laseca.

De aquí surgen numerosas rutas de senderismo que sirven para adentrarse en el increíble ecosistema de la región y descubrir sus encantos.

Muchos de estos pueblos reposan en plena calma, a casi 1500 metros sobre el nivel del mar. La belleza del lugar llama a la meditación, y en 1980 se abrió el centro de retiro budista O Sel Ling. Ha sido lugar de inspiración de numerosos artistas, donde cabe destacar al miembro del grupo de Bloomsbury, Gerald Brenan, que pasó largas temporadas que relata en su libro al Sur de Granada. Durante su estancia recibió visitas de muchos de sus colegas incluso la de Virginia Woolf. Por su puesto, también Federico García Lorca pasó por estas tierras. Este año, 2017, se conmemora en Lanjarón, lugar célebre por la pureza de sus aguas, la primera visita testimoniada del autor granadino. La comarca y particularmente Lanjarón celebran el centenario con sucesivos actos culturales de homenaje a la obra del escritor y con la tercera edición del festival de danza, música y teatro Me vuelves Lorca, en el anfiteatro del pueblo de Laroles.

La Alpujarra Granadina. / Foto: Daniel Laseca.Las Zonas, limítrofes entre sí, del Sitio Histórico de la Alpujarra media y la Tahana y del Conjunto Histórico del Barranco de Poequeira– formado por los pueblos de Pampaneira, Bubión y Capileira– conforman el área patrimonial protegida más extensa de Europa y es declarada Bien de Interés Cultural, por su diversidad medioambiental, las presencia de yacimientos arqueológicos y minas, la riqueza de su gastronomía y la singularidad de su arquitectura.

Pero la Alpujarra no fue siempre un lugar tranquilo y de paz. A pesar de que los cartagineses, los romanos o los godos tuvieron pequeña presencia en la región, no es hasta el siglo XVI cuando adquiere verdadera relevancia. Tras la reconquista de Granada, en 1492, muchos moriscos obligados a convertirse se retiraron a las montañas. Sin embargo, es aquí, en las Alpujarras granadinas donde surgió un fuerte movimiento de insurrección contra Felipe II al rebelarse contra su Pragmática Sanción de 1567, donde prohibía a los musulmanes ejercer sus costumbres. Este levantamiento, conocido como la rebelión de las Alpujarras, duró casi 3 años, entre 1568 y 1571, y más que una rebelión fue toda una guerra cruenta. Fueron los propios moriscos convertidos y divididos, entre los convertidos voluntariamente y los convertidos a la fuerza, los que dieron muerte al líder sublevado Abén Humeya lo que permitió que Juan de Austria sofocara el levantamiento. A partir de ahí, y hasta 1609 empezó una diáspora de los moriscos de la zona, se les obligó a dispersarse y reubicarse en distintas zonas de Castilla. La Alpujarra fue repoblada por cristianos de León, Asturias y Galicia que introdujeron el cerdo como elemento agrícola fundamental de la zona y así ha prevalecido desde entonces. Pero a pesar de ello han prevalecido muchos elementos árabes, en la artesanía, el regadío, en la cultura y costumbres y en la arquitectura.

La artesanía de la región es especialmente reconocida, aunque el auge del turismo de los últimos años ha hecho que surjan muchos puestos de productos de menor calidad o que no son alpujarreños, hay que destacar el valor de la marroquinería, la cerámica, la ebanistería, la alfarería, incluso la pintura. Entre todas las obras artesanales la más característica es sin duda la Jarapa, un telar tradicional de hilos de colores intensos.

Galería de Daniel Laseca

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