Quito no solo destaca por su rica historia y su ubicación andina, sino también por albergar un tesoro natural de incalculable valor: más de 60.000 hectáreas protegidas dedicadas a la conservación del oso de anteojos (Tremarctos ornatus), conocido como el “Jardinero del Bosque”. En este extenso santuario andino, un solitario gigante de antifaz, el último representante de la familia Ursidae en Sudamérica, lucha por su supervivencia.
Baena, situada donde la sierra Subbética se funde con la vasta campiña, alberga un tesoro natural único: las lagunas de la Campiña. Estas pequeñas joyas acuáticas, dispersas entre olivares y campos de cereal, son testigos silenciosos de un pasado en el que los humedales dominaban el paisaje. Hoy, aunque reducidas en extensión, conservan un valor ecológico incalculable y sirven de refugio para una rica biodiversidad, especialmente para las aves acuáticas.
Este grupo de jóvenes voluntarios, formado por estudiantes, biólogos, veterinarios, maestros, pescadores e investigadores decidieron unirse en 1999 con el fin de conservar la biodiversidad del país sudamericano.