Las Islas de Tahiti son un espectáculo natural, donde cada paisaje parece creado para ser inmortalizado. Entre sus 118 islas, destacan cinco lugares únicos que combinan belleza escénica, autenticidad y una atmósfera irresistible para cualquier amante de la fotografía. Desde bungalós flotantes sobre aguas turquesa hasta acantilados volcánicos y santuarios de aves, estos rincones concentran la esencia visual y emocional de la Polinesia Francesa.
© Grégoire Le Bacon
Desde la icónica laguna de Bora Bora hasta las cuevas volcánicas de Rurutu, Las Islas de Tahiti ofrecen algunos de los paisajes más fotogénicos del planeta. Este archipiélago del Pacífico Sur esconde rincones donde la naturaleza desborda belleza y autenticidad: miradores con vistas de ensueño, atolones llenos de aves, jardines de coral y playas vírgenes. Para aquellos viajeros en busca de escenarios inolvidables, Las Islas de Tahiti son el escenario perfecto.
1. Bora Bora: el azul hipnótico del Pacífico
Conocida como la “perla del Pacífico”, Bora Bora es un icono del lujo exótico y el escenario más fotogénico de toda la Polinesia Francesa. Sus bungalós flotantes, dispuestos sobre una laguna de agua cristalina, parecen suspendidos entre el cielo y el mar. Al fondo, el majestuoso monte Otemanu se alza como una escultura natural, brindando una estampa difícil de igualar.
Aquí, cada momento es digno de portada de revista: desde una siesta en una hamaca sobre el agua hasta una cena privada sobre una plataforma flotante. Las fotos en kayak con vistas al volcán, las capturas submarinas con mantarrayas o las instantáneas desde un dron revelan una paleta de azules que no necesita filtro.
Foto imperdible: sobre una tabla de paddle surf, en medio de la laguna, con el Monte Otemanu como telón de fondo.
© Tahiti Tourisme
2. Moorea: la isla corazón que enamora desde el aire
Separada de Tahití por apenas 30 minutos de ferry, Moorea es la combinación perfecta entre accesibilidad y espectáculo natural. Su silueta, con picos afilados que emergen de un verde profundo, recuerda a un corazón visto desde el cielo. Las bahías de Cook y Opunohu recortan la costa en curvas suaves que abrazan lagunas color turquesa.
Pero Moorea no solo es una joya desde el aire. Las plantaciones de piña, los motu de arena blanca y los miradores naturales convierten cada rincón en una postal. Desde el mirador de Belvédère se obtiene una de las panorámicas más icónicas de la Polinesia, especialmente al amanecer o al atardecer, cuando la luz dibuja siluetas doradas entre montañas y mar.
Foto imperdible: panorámica desde el mirador de Belvédère, con las dos bahías abrazando la selva.
© Grégoire Le Bacon
3. Tetiaroa: la isla privada donde la naturaleza es protagonista
Antiguo santuario de la realeza tahitiana y hogar adoptivo de Marlon Brando, Tetiaroa es mucho más que una isla exclusiva: es un modelo de conservación natural y armonía con el entorno. Este atolón compuesto por doce pequeños motu parece salido de un sueño, con playas de arena blanca, cocoteros que se balancean al ritmo del viento y una laguna que refleja el cielo como un espejo.
La Isla de los Pájaros, uno de los motu más protegidos, es un paraíso para los amantes de la fotografía natural. Miles de aves marinas anidan entre los árboles, sobrevolando el mar en un espectáculo hipnótico de movimiento y sonido. Aquí, el único ruido es el del mar y el aleteo constante de la vida silvestre.
Foto imperdible: disfrutando de una comida en su laguna.
© Grégoire Le Bacon
4. Huahine: autenticidad en estado puro
Menos turística y más salvaje, Huahine conserva intacto el espíritu polinesio. Conocida como la “isla jardín” por su vegetación exuberante, esta isla doble, formada por Huahine Nui (grande en tahitiano) y Huahine Iti (pequeño en tahitiano), está atravesada por caminos que serpentean entre selvas, lagunas, playas desiertas y pequeños pueblos donde la vida sigue un ritmo ancestral.
Los templos sagrados (marae), las anguilas de ojos azules en el pueblo de Faie o las vistas desde los acantilados son solo algunas de sus más emblemáticas postales. Los mercados matutinos de Fare, el puerto principal, ofrecen color, autenticidad y calidez humana que ningún filtro puede replicar.
Foto imperdible: junto al río donde habitan las anguilas sagradas o entre los restos arqueológicos del marae de Maeva, rodeado de lirios de agua.
© Grégoire Le Bacon
5. Rurutu: la isla del misterio y las ballenas
Situada en el archipiélago de las Islas Australes, Rurutu es un tesoro oculto, lejos de los circuitos habituales. Su costa dramática, salpicada de acantilados, cuevas volcánicas y playas salvajes, es un sueño para los amantes de la fotografía de paisajes. Pero lo más impactante llega cada año entre julio y noviembre, cuando las ballenas jorobadas visitan sus aguas para dar a luz. Aquí es posible nadar con ellas, en uno de los encuentros más conmovedores que la naturaleza puede ofrecer.
Las cuevas marinas, como Ana Taupe’e, con sus columnas de piedra y salidas al mar, ofrecen encuadres únicos que parecen sacados de una película de fantasía.
Foto imperdible: desde el interior de la cueva de Ana Taupe’e, con el mar enmarcado por estalactitas volcánicas, o bajo el agua, en una danza lenta junto a una ballena jorobada.
© Michael Runkel
En Las Islas de Tahiti, la belleza no es solo visual: es una experiencia sensorial. Cada imagen es una historia, cada lugar un recuerdo imborrable. Para el viajero que busca inspiración, autenticidad y conexión, este es el paraíso más fotogénico del mundo.
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