Los monasterios de Fruška Gora, la montaña sagrada

Este macizo montañoso se localiza al norte de Sirmia, en la provincia de Vojvodina (Serbia)
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El cristianismo salpicó levemente las páginas de la historia de Serbia hasta que en el siglo IX penetró con mayor fuerza de la mano de los monjes Cirilo y Metodio. Posteriormente se convertirá en la religión oficial y su unión al poder en la Baja Edad Media impulsará la fundación de decenas de monasterios, muchas veces agrupados en entornos aislados.

El apogeo llegará con la dinastía Nemanja (siglos XI al XIV). La conquista otomana a finales del siglo XIV y la primera mitad del siglo XV supondrá el inicio de su declive y de los monasterios, que sufrirán las consecuencias de la guerra y la intolerancia. Sin embargo, resistirán y serán los encargados de conservar el espíritu y la cultura nacionales hasta la independencia.

El macizo montañoso de Fruška Gora se localiza al norte de Sirmia, en la provincia de Vojvodina. Es una combinación de paisajes naturales espectaculares, monasterios e historia. Cubre un área de unos 80 kilómetros de largo por 15 kilómetros de ancho que se prolonga hasta la cercana Croacia, que acoge una parte. De los treinta y cinco monasterios que se construyeron aún perviven diecisiete. Fueron fundados entre los siglos XII y XV, aunque su rastro documental se inicia con el siglo XVI. El patrocinio de la realeza y la nobleza proveyeron su florecimiento y consolidación. En este entorno alejado del mundanal ruido y al abrigo de los bosques, se refugiaron los serbios que huían de los otomanos.

Cabañas cerca de Velika Remeta

Cabañas cerca de Velika Remeta

Un trayecto de algo más de una hora conduce desde Belgrado hasta este ámbito sagrado. Es una excursión muy popular y los fines de semana atrae a gente de la capital (y de la propia Vojvodina) para una escapada y el disfrute de sus viñedos, sus bosques de tilos, los más abundantes, o los autóctonos robles y hayas. Es el hábitat de una rica fauna. En las estribaciones de las montañas y los campos circundantes abunda el cultivo de la colza.

Viñedos del monasterio Grgeteg

Viñedos del monasterio Grgeteg

Una vez abandonada la autovía o la carretera principal, pasado Maradik, el bosque impide la localización de los cenobios. La ocultación entre el follaje garantizaba su paz terrenal y espiritual. Porque las invasiones y las razzias jalonaron su historia. En 1716, los otomanos tomaron represalias contra los monasterios por la derrota de Petrovaradín, la fortaleza de la cercana Novi Sad, a manos de los austriacos. Causaron importantes daños, quemaron reliquias y sembraron la muerte. Décadas después, los monasterios fueron reconstruidos en estilo barroco, que es lo que en muchos casos percibirá el visitante.

Durante la Segunda Guerra Mundial sufrieron el odio de los ustacha, los fascistas croatas, católicos, colaboradores de los nazis. Consideraban que había que exterminar a los ortodoxos serbios en un claro genocidio. Utilizaron algunas dependencias como cárceles o cámaras de tortura con desprecio a la santidad de sus muros.

La fe y la meditación se alternan con envidiables casas, quizás de los agricultores y ganaderos o segundas residencias para fines de semana o periodos vacacionales.

Puerta de entrada al monasterio de Krusedol

Puerta de entrada al monasterio de Krušedol

Visitar todos los monasterios puede ser quimérico. Por ello, aconsejo Krušedol, Velika Remeta, Grgeteg, Novo Hopovo, Beočin, Jazak, Sremska Ravanica o Vrdnik. Y dejarse llevar un poco, aunque sea a costa de perderse y encontrar algunas fabulosas sorpresas.

Puerta de entrada al monasterio de Grgeteg

Puerta de entrada al monasterio de Grgeteg

Una amplia cerca separa el ámbito mundano del sagrado. El visitante accede por coloridas puertas monumentales que le dan la bienvenida y le invitan a caminar hasta los edificios principales. Los campos, el verdor, los árboles y un ambiente bucólico suavizan su espíritu. El campanario marca la posición del edificio principal: la iglesia. En torno a un patio o extendiéndose en el recinto monástico se organizan otras dependencias como capillas, dormitorios, el comedor comunal…

Iglesia de Krusedol

Iglesia de Krušedol

Las iglesias suelen concitar el mayor interés. Admirar sus frescos se convierte en un viaje místico, aunque no comprendamos los ciclos representados. Hay que observarlos desde el espíritu y el alma, además del artístico, magnífico, pero limitado. Te impregnas de escenas cristianas, santos, reyes y personajes nobles de rostros severos, como si penetraran en nosotros y nos reprendieran por nuestros pecados acumulados. Los gozamos en conjunto, como una enseñanza, como un mensaje para ayudar al creyente a comunicarse con Dios, a darle gracias por su intercesión en este mundo, o simplemente para un diálogo interno para quien no crea. La generosidad de esos frescos apaciguará el espíritu y quizá ayuden a orientar la vida hacia el bien.

Frescos de la iglesia de Velika Remeta

Frescos de la iglesia de Velika Remeta

Los iconostasios maravillan a los visitantes. Es ese muro de madera que separa a los feligreses y a los sacerdotes. Allí se desarrollará la última fase de las ceremonias. Por encima de las cruces asoman frescos con un pequeño matiz de misterio. Enmarcados en dorado, los iconos parecen mirarnos, expresar su concepto de la religión, bendecirnos desde la santidad. Se ajustan a unas normas aceptadas desde hace siglos.

Iconostasio de la iglesia de Krusedol

Iconostasio de la iglesia de Krušedol

En las tiendas ofrecen miel y vino de la zona. La mercadotecnia de los monasterios funciona estupendamente y los productos elaborados por el monasterio en las tierras que dependen del mismo son un excelente recuerdo.

Salimos de un ámbito de espiritualidad y nos sumergimos en el siguiente con la transición del bosque, de los caminos, de una naturaleza sagrada.

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