Neerlandeses y británicos en Malaca

Los segundos promovieron la llegada en masa de chinos e indios y legaron su idioma, un poderoso instrumento muy presente en la actualidad
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El gran objetivo de los portugueses en sus exploraciones marítimas de los siglos XV y XVI fue la India y sus inmensas riquezas que adquirían espectaculares precios en Europa. Para ello, fueron fundando establecimientos mercantiles, al estilo de las factorías fenicias o las colonias griegas, a lo largo de las costas de África y Asia para abastecerse, reparar sus naves y comerciar.

En el siglo XVII apareció un pujante competidor que les fue desplazando de muchos de esos enclaves estratégicos: los neerlandeses. Su dominio se extendería posteriormente por las actuales Malasia e Indonesia.

Plaza de los Holandeses 2

Pasamos varias veces por la animada plaza de los Holandeses. Para que no haya dudas, un molino de viento y una vaca evitan cualquier equívoco. Resalta el color rojo de la iglesia de Cristo y del Stadhuis, el antiguo ayuntamiento reconvertido en museos y otras dependencias. Los coloridos ciclotransportes animan a los transeúntes.

Stadhuis antiguo ayunatmiento

El archipiélago malayo, que incluiría la península malaya, estaba dividido en varios sultanatos que guerreaban entre sí o contra los pujantes poderes de Ayutthaya, en Siam, o de otros reinos del sur. En muchas ocasiones solicitaron ayuda a los europeos, con los que alcanzaron acuerdos para aprovechar su fuerza militar a cambio de derechos comerciales. Aquellas luchas los debilitaron y pusieron en bandeja el dominio a portugueses, neerlandeses y británicos. En 1606 los sultanes de Johor se aliaron con los neerlandeses para combatir a los lusos, consiguiendo expulsarlos del poder en 1641.

Desde la Taming Sari Tower o Torre Malaca, hemos contemplado la sucesión de edificios de indiscutible inspiración holandesa que parecen trasplantados desde alguna ciudad de los Países Bajos. La diferencia la ofrecen los vivos colores, como ocurre en las antiguas posesiones del Caribe. El trópico no resiste las tonalidades suaves del norte de Europa. El color impacta al visitante y le deja en una divertida conmoción. Quiere explorar esa zona a los pies de la torre de comunicaciones y las construcciones que abrigan la falda de la colina de San Pablo. Los ilustres mercaderes de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales (la VOC, Vereenigde Oostindische Compagnie) reposan en la iglesia de San Pablo. La tumba de Jan Van Riebeeck, el fundador de Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, se encuentra entre ellas. La VOC le envió a Malaca como castigo.

Lapidas en la iglesia de San Pablo

En el siglo XVIII los neerlandeses no habían obtenido un dominio político aplastante en la zona. No se adaptaron a las formas de vida locales y en el comercio su actividad se fue deshinchando paulatinamente. Los descendientes de portugueses aún ocupaban un lugar importante. Alfred Russel Wallace, en Viaje al archipiélago malayo, a mediados del siglo XIX, los calificaba de ”raza mestiza y degenerada” y resaltaba la curiosa evolución del portugués que se hablaba en la ciudad: “el portugués que se habla en Malaca constituye en realidad un fenómeno filológico de lo más singular. La mayor parte de sus verbos ha perdido sus inflexiones, sirviendo la misma forma para todos los modos, tiempos, números y personas”. Era difícil hablarlo a quien no conociera el portugués puro.

En 1599, la subida del precio de la libra de pimienta en cinco chelines por los holandeses había provocado la constitución de la East India Trading Company en Londres para competir con sus vecinos europeos. Las primeras experiencias comerciales en la India fueron exitosas. No fue hasta 1771, con la concesión de derechos comerciales a la Compañía por parte del sultán de Kedah, cuando los británicos se interesaron por el archipiélago malayo. En 1786 tomaron posesión de la isla de Penang, al noroeste del país, su primer territorio en la zona.

Antiguas casas de inspiracion holandesa

Hemos entrado en la iglesia de Cristo, fundada por los neerlandeses y trasplantada al rito anglicano por los británicos. Su interior es sencillo, de escasos adornos, quizá para que no se despisten los feligreses. Buscamos otros vestigios de la presencia británica. Fueron los musulmanes de la zona, y no los neerlandeses o los británicos, quienes introdujeron influencias occidentales al difundir el pensamiento racional occidental que fue desplazando al simbolismo antropomórfico de la filosofía metafísica hindú-budista. Curiosamente, desde los inicios del siglo XIX, la lengua malaya se convirtió en un importante vehículo de las discusiones literarias y filosóficas en detrimento del javanés.

Durante las Guerras Napoleónicas, los británicos ocuparon las posesiones neerlandesas en Extremo Oriente, esencialmente las Molucas y Java. Por los Tratados Anglo-neerlandeses de Londres de 1814 y 1824, resolvieron las cuestiones provocadas por esa ocupación y los derechos de comercio sobre las Islas de las Especias.

Los británicos habían fundado Singapur en 1819, con evidente oposición de sus competidores. Para 1821 habían abandonado Java y Sumatra. No se definieron los límites territoriales y se optó por áreas de influencia que se consolidarían con el tiempo en las actuales fronteras de Malasia e Indonesia. Los británicos concedieron derechos comerciales en la India a los neerlandeses, que renunciaron a sus posesiones en aquel territorio. Se permitía la libre navegación de ambos países, pactaron aranceles, se impulsó la lucha contra la piratería y se acordó no suscribir nuevos tratados con países orientales.

Los británicos promovieron la llegada en masa de chinos e indios y legaron su idioma, un poderoso instrumento muy presente en la actualidad. El aporte europeo aún es claramente visible en Malaca.

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