Disfrutar Roma como un viajero y no como un turista

La capital italiana reúne más de tres mil años de historia, arte y cultura en cada esquina, pero también una vida cotidiana vibrante que merece ser experimentada
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Roma es una de esas ciudades que no se agotan. La capital italiana reúne más de tres mil años de historia, arte y cultura en cada esquina, pero también una vida cotidiana vibrante que merece ser experimentada. Visitarla por primera vez puede resultar abrumador: hay tanto que ver, tanto que probar y tantas calles por donde perderse, que conviene tener en cuenta algunos consejos para aprovechar al máximo la estancia sin caer en la trampa del turismo masificado.

Planificar, pero dejar espacio para improvisar

Roma no es una ciudad que se pueda “cubrir” en un solo viaje. Pretender visitar todos sus monumentos principales en apenas unos días suele generar cansancio y frustración. Lo más recomendable es seleccionar tres o cuatro lugares imprescindibles por jornada y dejar espacio para pasear sin rumbo fijo. A menudo, las mejores sorpresas surgen al doblar una calle y encontrarse con una iglesia barroca, una fuente escondida o una trattoria familiar sin turistas.

Entradas con antelación, siempre

El Coliseo, los Museos Vaticanos, la Capilla Sixtina o la Galería Borghese reciben millones de visitantes al año. Las colas pueden superar fácilmente las dos horas, sobre todo en temporada alta. La compra anticipada de entradas en línea es casi obligatoria. Además, muchos recintos ofrecen visitas guiadas que no solo ahorran tiempo, sino que permiten comprender mejor la magnitud de lo que se está viendo. Un dato práctico: la entrada al Coliseo incluye también el Foro Romano y el Palatino.

Caminar es la mejor manera de descubrir

El centro histórico de Roma es un museo al aire libre. Entre la Piazza Venezia y la Piazza del Popolo, pasando por la Fontana di Trevi o el Panteón, todas las distancias son perfectamente abordables a pie. Eso sí, conviene llevar calzado cómodo, ya que las calles adoquinadas —los famosos “sanpietrini”— pueden resultar traicioneras tras varias horas de caminata.

Cuando el cansancio aprieta, la red de autobuses, tranvías y metro ofrece soluciones económicas, aunque menos intuitivas que en otras capitales europeas. Una alternativa muy práctica son los abonos de transporte de 24, 48 o 72 horas, que permiten subir y bajar tantas veces como se desee.

Madrugar y trasnochar, la clave

Roma nunca duerme del todo, pero sí cambia radicalmente según la hora del día. Lugares tan concurridos como la Fontana di Trevi, la Plaza de España o la Piazza Navona se disfrutan mucho más a primera hora de la mañana, cuando la ciudad se despereza y las multitudes aún no han llegado. Al caer la noche, la iluminación de los monumentos ofrece otra perspectiva única y las terrazas se llenan de vida.

Comer como los romanos

La gastronomía romana va mucho más allá de la pizza y la pasta. Platos como la carbonara auténtica (sin nata, solo huevo, pecorino, guanciale y pimienta), la amatriciana, la cacio e pepe o la supplì (croquetas de arroz rellenas de mozzarella) forman parte del recetario local. Los mercados, como el de Campo de’ Fiori o el de Testaccio, son una excelente manera de probar productos frescos y observar la vida diaria.

Un consejo valioso: huir de los restaurantes que muestran menús en varios idiomas y fotografías de los platos. La auténtica cocina romana se encuentra en trattorias familiares, alejadas de los grandes monumentos.

Respeto y códigos de conducta

Al visitar iglesias y basílicas —incluyendo San Pedro— se exige una vestimenta adecuada: hombros y rodillas cubiertos. También conviene recordar que está prohibido bañarse o sentarse en los bordes de las fuentes, así como consumir alimentos en zonas arqueológicas. Aunque parezcan detalles menores, la policía local (los “vigili urbani”) suele imponer sanciones.

Fuentes de agua: gratis y de calidad

Una de las ventajas de recorrer Roma es que no hace falta gastar en botellas de agua. La ciudad cuenta con más de 1.500 “nasoni”, pequeñas fuentes de hierro que suministran agua potable fresca durante todo el año. Son ideales para rellenar cantimploras y mantenerse hidratado mientras se camina.

Explorar más allá del centro

Si bien el Coliseo o el Vaticano son imprescindibles, barrios como Trastevere o Monti permiten ver la Roma más auténtica. El primero es un laberinto de callejuelas con restaurantes tradicionales y un ambiente bohemio; el segundo, un barrio joven y creativo con tiendas de diseño y bares con encanto. Otra opción es visitar la Vía Apia Antica, una de las calzadas romanas más antiguas, ideal para recorrer en bicicleta y descubrir catacumbas y mausoleos.

Museos y arte oculto

Quien desee huir de las aglomeraciones puede optar por espacios menos conocidos, como el Palazzo Doria Pamphilj, con su colección privada de arte, o la Basílica de San Clemente, donde se superponen siglos de historia en diferentes niveles arqueológicos. Estos lugares demuestran que Roma es inagotable, incluso para los viajeros reincidentes.

Seguridad y precauciones

Roma es una ciudad segura, aunque los carteristas operan en las zonas más concurridas y en el transporte público. Conviene llevar las pertenencias bien guardadas y no descuidar bolsos ni mochilas. Otro detalle a tener en cuenta: el tráfico romano es caótico y los pasos de peatones no siempre garantizan prioridad, así que se recomienda cruzar con cautela.

Conclusión

Visitar Roma es un viaje en el tiempo, pero también una oportunidad para sumergirse en el presente de una ciudad llena de vida. Con un poco de planificación, respeto por su patrimonio y ganas de descubrir rincones menos evidentes, el viajero podrá disfrutarla más allá de los clichés y llevarse recuerdos imborrables. Porque, como decía el escritor Stendhal, “Roma es la capital del mundo”.

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