‘Al recorrer la mayor parte de Siria descubrí un país apacible con cientos de niños jugando por todos lados y tremendamente alegres’

Conversamos con Antonio Andújar sobre su último libro, ‘Estrellas y cedros sobre fondo blanco’, un trabajo que nos traslada al Líbano y a Siria pocos años antes del inicio de la guerra
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‘Estrellas y cedros sobre fondo blanco’ -Vinatea Editorial- es un libro generoso y solidario. Estamos ante un magnífico trabajo de Antonio Andújar Castro, psicólogo, escritor y gran viajero, que nos adentra en tierras de Siria y del Líbano.

La novela está basada en un viaje personal del autor a estos puntos de nuestro planeta poco tiempo antes de iniciarse la guerra en Siria, destino que viene sufriendo desde hace años un momento crítico por el conflicto bélico que desde 2011 ha convertido en un infierno al país. Antonio Andújar nos muestra la Siria del pasado, rica en patrimonio y en la que los niños recorren felices las calles, en contraposición con la Siria actual, desoladora, cruel y trágicamente arrasada. A través de sus recuerdos nos invita a descubrir el territorio amable y lleno de vida que un día fue aquel rincón del mundo.

Damasco, Alepo o Palmira son algunos de los lugares que la mirada del autor nos describe a lo largo de las páginas de su libro y a través de las aventuras de los protagonistas de su novela.

Los beneficios que se generan por este libro se destinan a paliar la extrema situación de los niños que se encuentran en los campos de desplazados de Siria.

ANTONIO ANDÚJAR 2 VIAJES Y LUGARES

Una de las citas que aparecen en tu libro, la de Naguib Mahfuz, dice: ‘El escritor entrecruza una historia con sus propias dudas, preguntas y valores’. ¿Qué porcentaje de ficción y de experiencia real y personal hay en tu libro? ¿Cuánto de Daniel pertenece a Antonio Andújar?

Mis saludos y respetos a todos los lectores de la revista Viajes y Lugares, a la cual quiero agradecer su motivadora labor para quienes nos consideramos viajeros o personas inquietas y curiosas que deseamos conocer el mundo, y que, gracias a profesionales como ellos, siempre lo tenemos un poquito más cerca. Y, por supuesto, mi gratitud por la ilusión que vuelcan en todas sus iniciativas. 

Del mismo modo, siempre voy a agradecer la gran acogida que ha tenido mi tercer libro, publicado con la editorial solidaria valenciana Almoina Vinatea, una novela basada en un profundo y emocional viaje. Deseo dar las gracias a los cientos de almas viajeras que han leído o que se hallan en estos momentos sobrevolando todos aquellos escenarios desde la magia del papel. No me cansaré de decirlo, de agradecer vuestra gran ayuda, porque con vuestra generosa aportación, cientos de niños siguen recibiendo educación y atención escolar en circunstancias extremas. Este gran proyecto sigue siendo de todos, siempre supe que sería así.  

En cuanto a la primera pregunta, lo mejor será que entremos en materia. ¿Cuánto hay de ficción y cuánto de realidad…? Es una pregunta que muchos lectores me han hecho  y que siempre intento eludir como puedo. Porque la mente y la imaginación del lector es infinita y porque prefiero dejar esas dudas literarias en el análisis y sentimiento de cada cual. El libro se podría considerar una novela de viajes. Hasta ahora, he escrito novela actual (‘Bib-Rambla. El silencio habitado de las casas’, ambientada principalmente en Granada y Valencia) o novela histórica (‘La vida partida en dos’, ambientada en Valencia y Egipto en los años 30). Con ‘Estrellas y cedros sobre fondo blanco’ me adentro en un género que a mí siempre me ha resultado fascinante, y es la narrativa de viajes, pero con la pincelada novelesca. Se convirtió en lo que podríamos considerar novela de viajes, porque hay escenarios, personajes, hay historias reales tratadas con cuidado e historias ficticias. 

Resumiendo, diré que un setenta y cinco por ciento podría ser real, pero ¿cuál? Lector, lectora, en vuestras manos está hallarlo, o simplemente disfrutar con su contenido y con las evocaciones de un viaje diferente basado en hechos reales. En cualquier caso, todos los nombres de los personajes, reales o no, están modificados; aunque no el trayecto en sí, que se mantiene fiel al que yo mismo realicé como viajero en aquel inolvidable verano. 

¿Cuánto de Daniel pertenece a Antonio Andújar? Mucho, tal vez muchísimo; pero sería difícil construir un personaje a la medida del autor, ni tampoco era mi intención. A lo que sí intenté ser fiel fue a las emociones experimentadas en el viaje, antes, durante y después de aquella aventura; labor compleja debido a las circunstancias personales y visitando unos países tan disímiles e intensos como hallé, especialmente Siria. 

¿Cuándo tuvo lugar tu aventura por Siria y Líbano? ¿Qué te animó a conocer estos países?

Visité Siria y Líbano en el verano de 2005, pocos años antes de la gran ruina humana. Ciertamente, no era la primera vez que visitaba países cultural y socialmente tan diferentes a España, incluso históricamente. Para entonces ya había viajado por diferentes destinos árabes como Marruecos, Turquía o Egipto. De hecho, el viaje a Egipto inspiró mi segunda novela, ‘La vida partida en dos’, novela histórica ambientada en Valencia en los años 30 y en el Egipto de los grandes descubrimientos; un libro que sigue triunfando en las ferias del libro y en la venta directa a domicilio, especialmente por su gran protagonista femenina que no deja de despertar emociones dispares e interesantes en lectoras y lectores.

Volviendo a mi viaje a Siria y Líbano, he de decir que fue un destino muy deseado. No conocía a casi nadie que hubiera estado allí hasta entonces. Pero solo rememorar nombres como Damasco, Palmira y su antigua reina Zenobia, el viejo río mesopotámico del Éufrates, los caminos de la Ruta de la Seda, Alepo o Apamea provocaban en mí una inquietud difícil de controlar. Debía ir y descubrir aquellos escenarios, explorar la ruta de las antiguas cruzadas, recorrer la mítica mezquita de los Omeyas… El sentimiento era poderoso, contaba las semanas para iniciar el viaje. Y no me defraudó, sino que la sorpresa fue enormemente mayor. Sin duda, fueron de los lugares más increíbles que he visitado.

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¿Qué momento atravesaban aquellos territorios cuando tú los visitaste? ¿Cómo vivían, cómo era su cultura, tradiciones, costumbres…?

En el año 2005, posiblemente como viajero, ignoraba las dificultades que ya empezaban a fraguarse en aquellas tierras. De hecho, no sentí ningún tipo de temor en Siria; era superior mi deseo de descubrir, de conocer. Desde siempre, he sido un gran aficionado de la historia y cultura árabes; por tanto, era fácil dejarme llevar. Todos los días ocurrían nuevas visitas y lugares apasionantes. 

En Líbano quizás fuera diferente la sensación experimentada, ya que sobre este país siempre se tenían mayores referencias de conflictos bélicos en las noticias internacionales, debido a sus numerosos conflictos con Israel. La visión del gigantesco hotel de Holiday Inn bombardeado en Beirut no es una imagen fácil de digerir, o muchos locales con persianas hundidas debido a antiguas bombas en la capital libanesa. Por aquel entonces, año sí año no, había conflicto.

Al recorrer la mayor parte de Siria, descubrí un país apacible, muy rural y urbano, con la gran impresión que me otorgaba continuamente el hecho de ver cientos de niños por todos lados, siempre jugando o correteando por las calles o campos. Tengo un especial recuerdo de aquel montón de niños chapoteando, tremendamente alegres, bajo las aspas de las norias de agua en Hama. Estaban radiantes de felicidad.

¿Por qué has titulado tu libro como ‘Estrellas y cedros sobre fondo blanco’?

Este título no fue la primera opción; sin embargo, tras meditarlo bastante, y al escribirlo en plena guerra siria, decidí utilizar los símbolos de las banderas de ambos países. Las estrellas pertenecen a la bandera siria, y los cedros a la bandera libanesa. Para mí simbolizan elementos de paz, y además las dos banderas contienen un fondo blanco. Creí que era un buen título para proyectar con fuerza mis deseos de paz en ambos países; especialmente, debido a la fatídica guerra que sigue azotando a Siria. 

¿Qué te ha impulsado a trasladar a los lectores la anterior realidad, ajena a la guerra, que descubriste allí?

En Siria existe una guerra que no se entiende. Son ocho años de crueldad cegada con cualquier ciudadano del país. Sé que muchos de ellos serán los hombres, mujeres y niños que yo vi en aquel año, a uno u otro lado de la razón. No es mi interés entrar en discusiones sobre los hechos que destrozan poco a poco la legendaria Siria, donde militares y civiles de Siria y de otros países que acuden donde no se les llama, se empeñan en masacrarla, violarla y abandonarla a su suerte como a un despojo inútil; no sin antes, arrancar los mosaicos de los suelos de la antigua ciudad de Apamea, o destruir el zoco de los artesanos de tantos siglos de Alepo. 

No es la Siria que yo visité, la atrayente visión que mis ojos captaron. No es el país terrible que nos muestran las imágenes de guerra, sino muchísimo más. Recuerdo el concierto casero e improvisado de laúd en aquel bar de carretera cerca de la fortaleza de Saladino mientras cuarenta grados azotaban el desierto exterior; o cómo me adentré semidesnudo y envuelto en denso vapor en el antiguo hammam de Alepo. Anhelo las caras de satisfacción de tantos niños en Hama o de aquel otro que se incrustó en mi retina en un domingo de agosto en el lago Assad. 

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Además de la expresiva imagen de la portada de tu libro, ¿quién es Ahmed?

El niño del lago Assad, a las orillas del Éufrates, el niño de nueve o diez años cuyo nombre tuve que inventarme porque no pude comunicarme con él a través de ningún idioma, a excepción de la mímica y los sentimientos. Ahmed hizo de perfecto anfitrión invitando a Daniel y Beatriz a degustar un exquisito té verde con su familia en la haima.

Ahmed es uno de los protagonistas puntuales e intensos del viaje y de la novela; tanto que por su gran espacio en la misma y en mis emociones decidí que fuera la imagen del libro. Ahmed refleja la inocencia, la ilusión, la expectación de relacionarse con extranjeros que comparten un día de verano en un lago con su familia, mientras todo el hecho es conducido por él, con gesto altruista. No se separó en ningún momento de los protagonistas, no pidiendo nada a cambio, solo deseando unirlos a su familia y enriquecernos cultural y amistosamente. La separación de Ahmed es dolorosa en la novela y también lo fue en la realidad. 

Como añadido, he de decir que la calidad extraída de la imagen real del niño de la cubierta del libro pertenece a un buen amigo que supo cuidar la vieja imagen que yo mismo le proporcioné en papel de fotografía. Este amigo, desafortunadamente, ya no está con nosotros. Aunque era una persona de gran discreción, me dejó la impronta de su simbólico legado. El libro contiene un breve relato dedicado a él. 

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¿Cómo recuerdas ciudades como Damasco o lugares como Palmira? ¿Algún rincón o experiencia de tu viaje que te impactara especialmente?

El primer recuerdo que tengo de Damasco es de gran expectación. No olvido aquella sensación de aterrizar en una ciudad enorme que no se distinguía desde el avión; pero cuando apareció, en medio del inmenso desierto, era de una gran magnitud en el lugar donde antiguamente se ubicaba un oasis. Después vendría el paseo de esa misma noche, con el azote del viento frente a la Mezquita de los Omeyas mientras cantaba el muecín desde el minarete llamando a los fieles a la oración. 

De Palmira recuerdo el nerviosismo por adentrarme en las ruinas de la magnífica ciudad romana. Recientemente había leído ‘La reina de las caravanas, sobre la reina Zenobia de Palmira y la invasión romana a su ciudad. La visité al amanecer, sin turismo. Quería contemplar los primeros rayos de sol deslizándose por entre las columnas del Tetrapylon y sentirme parte de su historia deambulando por sus innumerables calzadas, en silencio. 

Son tantos los recuerdos de Alepo. Era un destino anhelado tras pasar años antes por Antioquía, en Turquía, y ver aquella indicación en la carretera que señalaba ‘Alepo’. Qué emocionante. En la ciudad del norte de Siria disfruté de un auténtico hammam y de los derviches, de sus centenarios zocos, de la ciudadela y de sus gentes.

El recuerdo más especial del viaje se va sin duda al Éufrates, y al niño del lago Assad…

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¿Qué reflexión o sentimiento te produce ver y escuchar las tristes noticias que nos siguen llegando desde Siria?

Es posible que poco quede en Siria de lo descrito en la pregunta anterior, y que costará años recomponer. Pero antes ha de terminar la guerra. Y cuando digo recomponer me refiero a los daños materiales, la mayoría patrimonios de la humanidad; entre ellos, el gran minarete de la mezquita de los Omeyas, los mosaicos de Apamea o la destrucción sin sentido de la ciudad de Palmira. Pero lo que más costará será reestructurar el dolor de tantas almas inocentes, de tantas niñas y niños sirios, de tantas mujeres y hombres sirios que lo han perdido absolutamente todo, hasta su propia dignidad. 

Sufro con las imágenes desde el fatídico 2011. Es verdad que cada vez llega menos información. Posiblemente Occidente esté agotado de recibir las terroríficas escenas y prefiera mirar a otro lado. 

Sin embargo, mi sorpresa fue que, a raíz de la publicación del libro, muchísimos lectores y no lectores se interesaron y siguen haciéndolo en su adquisición, cuando además han sabido que incluye la causa solidaria, y es la conversión de parte del precio en material educativo. Este material ya ha llegado en un primer cargamento hasta Siria. Gracias a la ayuda inestimable de los voluntarios que cooperan en la AAPS (Asociación de apoyo al pueblo sirio, de Madrid) y que envían todo tipo de material necesario para las Aulas Esperanza del norte de Siria, logramos que las primeras trece cajas de material educativo (gracias, especialmente, a la ayuda de los lectores y lectoras de ‘Estrellas y cedros sobre fondo blanco) llegara a su destino. Dos contenedores gigantes fueron embarcados y llevados por mar hasta la costa turca. Desde allí, a Siria, y al entrar en este país en guerra, gracias también a los bomberos voluntarios que cooperan en Siria, el cargamento llegó a los campamentos de desplazados al norte del país. Hay fotos que demuestran todo, incluso cuatro de los niños sostienen el libro en aquel lugar. Estas imágenes son muy emocionantes para mí y me animan a seguir divulgando el libro, para que más niñas y niños puedan obtener este tipo de ayuda. 

Muchos lectores me preguntan cómo pueden adquirirlo. He de recordar que el libro es de autoedición, por lo tanto, no tiene distribución. No veía oportuno invertir la mayor parte del importe del libro en pagar a la distribuidora cuando lo que deseo es lo contrario, al tratarse de un libro con fines solidarios. Por tanto, informo a lectoras y lectores las vías para conseguirlo: a través de la librería Patagonia, en Valencia; a través de Amazon; a través del envío directo mediante transferencia, que suele ser la forma más habitual y que yo mismo realizo; también entrando en mi página de Facebook: Antonio Andújar Castro Libros.

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¿Trabajas actualmente en algún nuevo título? ¿Se trata de literatura viajera?

Hay un libro terminado, ‘Amanecer en Famara’, pendiente de edición y publicación. Es un proceso largo; por tanto, no puedo especificar fecha. Aunque no es tanto literatura viajera y sí una novela profundamente psicológica (género en el que me siento bien y que además siempre ocupa un gran espacio en mis libros, incluso en ‘Estrellas y cedros sobre fondo blanco’, ya que también es mi profesión. He de decir que, al igual que en los demás libros, procuro que los escenarios sean bien tratados y que yo haya visitado previamente. Así, en ‘Amanecer en Famara’ nos vamos hasta una playa recóndita del oeste de la isla de Lanzarote, donde transcurre la mayoría de los hechos. Se describirá profundamente la isla de Lanzarote, un lugar que visité hace unos cuantos inviernos y que me impactó, siendo una isla tremendamente literaria e interesante para cualquier género. De igual modo, en esta novela aparece la ciudad de Santiago de Compostela, desde donde parte la historia y que también recreo con detalle. Ambos son lugares atlánticos que me interesaron sobremanera para ubicar la historia que cuenta mi próximo libro, ‘Amanecer en Famara’.

Además, adelanto que estoy trabajando en otro libro que sí podríamos considerar literatura viajera o novela de viajes, que vaticino sorprenderá mucho, pero hasta ahí puedo contar…

Me despido de todos los lectores de esta interesante revista con el deseo de que tengamos la suficiente determinación y pasión para ayudar, y que sigamos siendo sensibles a la belleza de los impresionantes lugares que nos regala nuestro planeta Tierra. Y, desde luego, que la paz en el mundo no sea la excepción, sino la normalidad. 

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