​Cámara de Lobos, la bella población que pintó Winston Churchill

Situada en el sudeste de la isla de Madeira, esta población portuguesa de pescadores es un lugar muy pintoresco y luminoso
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Nos acercamos a Madeira, la isla portuguesa que disfruta de un interior verde y montañoso y de un litoral repleto de atractivos. Nuestro destino es una de las localidades más antiguas de este territorio bañado por el océano Atlántico

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Visitamos Cámara de Lobos, un bonito lugar que recibe su nombre de la gran cantidad de lobos marinos que en el pasado se acercaban hasta su bahía. Situada en el sudeste de la isla, a algo menos de diez kilómetros de Funchal, esta población de pescadores es un lugar muy pintoresco y luminoso, repleto de pequeñas barcas de faena coloridas y alegres, elementos que proporcionan al paisaje un ambiente optimista y amable. 

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La localidad se encuentra junto a altísimos acantilados. Desde ellos las vistas del océano son espectaculares. Para contemplarlas en toda su dimensión, podemos acercarnos hasta los numerosos miradores que ofrecen una panorámica que resulta de vértigo y es realmente fascinante. 

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Por su parte, el núcleo urbano de Cámara de Lobos está alfombrado de casas con tejados rojos situadas en calles empedradas que están salpicadas de tabernas y locales en los que degustar algunos de sus platos más típicos, entre los que nunca falta el buen bacalao. El lugar invita al paseo y a descubrir sus pequeñas joyas patrimoniales. Además de un convento y su iglesia principal, un edificio del siglo XVI dedicado a San Sebastián, la localidad posee diferentes capillas que bien merecen una visita. 

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Uno de los sitios más encantadores de la población es la pequeña bahía, cuyo paisaje  pintó Sir Winston Churchill durante su estancia en Cámara de Lobos. El célebre político británico y Premio Nobel de Literatura visitó la localidad en la década de los 50 con la intención de disfrutar de unas breves vacaciones. Enamorado de la belleza del lugar, se sentó a la entrada del pueblo, instaló su caballete y comenzó a pintar el paisaje que le rodeaba. Los habitantes de la pequeña localidad portuguesa estuvieron tan agradecidos por tan insigne visita y por su gesto que bautizaron con su nombre el mirador y le dedicaron una escultura.

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