Arqueología en el sur de Chile: el pasado milenario de Aysén

Viajamos a esta región de la Patagonia chilena para descubrir sus sitios arqueológicos más importantes
|

Territorio rico en naturaleza y aventura en el extremo sur de Chile, la región de Aysén ofrece una amplia diversidad de paisajes y climas, que van desde la estepa de la pampa patagónica, hasta los bosques siempre verdes y andino patagónicos, pasando por lagos, ríos, fiordos y hielos milenarios. 

Coyhaique

Es la región más rica en aguas dulces de Chile y una de las más puras del planeta, siendo la tercera extensión más grande de hielos continentales del mundo, emplazados en Campos de Hielo Norte y Sur. La capital de la región, Coyhaique, constituye el centro vital del comercio y es el punto de partida hacia otros lugares de la región. Su nombre es de origen tehuelche, Koi-Aike (koi=aguas, lagunas y aike=campamento). 

La mitad del territorio de Aysén corresponde a Áreas Silvestres Protegidas, destacando el Parque Nacional Laguna San Rafael, declarado Reserva de la Biósfera por la UNESCO; y la cumbre más alta de la Patagonia, el Monte San Valentín, con una altura de 4.058 msnm. 

El cuidado del patrimonio en Chile 

El patrimonio arqueológico constituye un bien material que pertenece al Estado chileno y que está resguardado por ley. La ley 17.288 indica que todo material arqueológico debe ser protegido y conservado para la posteridad. Como tal, el Patrimonio les pertenece a todos, pero a nadie en particular. Las implicancias de esto son profundas. Nadie puede recolectar, destruir o vulnerar piezas arqueológicas aisladas o sitios arqueológicos en su totalidad. Es deber de todos cuidarlos. 

El organismo encargado de velar por el material arqueológico y su protección es el Consejo de Monumentos Nacionales. También protegen el patrimonio los Museos Regionales y otras instituciones asociadas al estudio de la arqueología. Todos los estudios arqueológicos implican, de una u otra manera, afectar algo del registro arqueológico, pues para estudiarlo se realizan actividades como recolección o excavación las cuales lo alteran para la posteridad. 

Por ello, es que cualquier actividad arqueológica siempre tiene que estar asociada a un permiso otorgado por el Consejo de Monumentos Nacionales y ningún arqueóloga o arqueólogo tiene la potestad de hacer ningún trabajo por el mero hecho que así lo desee. La práctica arqueológica está regulada y sólo puede ser desarrollada por arqueólogos profesionales. 

Arqueología en Aysén 

Arqueología en Aysén

El Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia (CIEP) es una Corporación Regional de Desarrollo Cooperativo sin fines de lucro “que se proyecta como un importante centro de excelencia académica, pues ha permitido el desarrollo de investigación fundamental y aplicada en Aysén, ofreciendo un marco de referencia para organizaciones públicas, privadas y académicas”. 

Creado a fines del año 2005 en el marco del Programa Regional de la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica de Chile, se ha convertido en un referente en investigaciones relacionadas con el desarrollo y sostenibilidad de ecosistemas patagónicos. 

El centro responde en especial a la necesidad regional de contar con una institución dedicada a la investigación, innovación y transferencia tecnológica, al alinear su estrategia de acción sobre las prioridades productivas y fortalecer redes de colaboración nacional e internacional que benefician al desarrollo regional. 

El protagonismo asumido por el Centro le ha valido la categorización y desafío de ser el “brazo tecnológico del Gobierno Regional de Aysén”. Uno de los más recientes libros de divulgación del centro es “Arqueología de Aisén: 12 mil años de ocupación”, donde encontramos un formidable trabajo de investigación. 

Con respecto a la arqueología y el patrimonio, el Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia “desarrolla investigación acerca de los efectos mutuos que generaron los seres humanos y el cambio ambiental en distintas escalas espaciales y temporales. Estudia los “pulsos” de ocupación y los periodos de abandono, la movilidad a gran escala de cazadores recolectores y la emergencia de sistemas relativamente cerrados, el rol de barreras biogeográficas y la interacción entre grupos locales y grupos criollo-ganaderos. El conocimiento producido por esta línea de investigación científica se constituye como una base para construir las narrativas que nutren la concepción de patrimonio material regional”. 

El primer poblamiento de Patagonia fue un lento proceso de miles de años a través del cual los cazadores recolectores ocuparon distintas áreas. Al principio se habitaron los espacios más atractivos y cercanos a las rutas de más fácil movimiento, hace más o menos trece mil años atrás. 

Lugares como la región de Aysén, más cercanas a los glaciares, tardaron un poco más en volverse ecológicamente atractivos y en desarrollar ambientes con recursos idóneos para la vida humana. Estos sectores fueron visitados alrededor de doce mil años atrás por vez primera. Después de estas primeras incursiones, la región y otras regiones similares, empezaron a ser visitadas con mayor frecuencia. 

La región de Aysén es tan grande, y sus antiguas poblaciones fueron solo pequeñas bandas de cazadores recolectores, que es posible pensar que nunca llegó a poblarse de forma continua en toda su extensión. Sin embargo, hace cerca de 3.000 años atrás, los arqueólogos han observado que aparecen muchos sitios usados por humanos en distintas partes y que, desde ese momento, el territorio empezó a ocuparse de forma más intensiva. 

La región es un territorio ecológicamente diverso que guarda una notable variabilidad de sitios arqueológicos. Son reconocidas sus pinturas rupestres en cuevas, como también las acumulaciones funerarias de piedra conocidas como chenques

Las características de la región presentan desafíos muy importantes a la arqueología. Es un paisaje de contrastes, con estepas abiertas en el oriente, hasta densos bosques en las zonas lluviosas del occidente. En la costa donde los arqueólogos tienen los mayores desafíos ya que están condicionados el desplazamiento y la visibilidad. 

Arqueología en Aysén Trabajo de arqueólogos

A veces resulta complejo responder algunas preguntas arqueológicas, pues el deterioro de los materiales con el paso del tiempo hace que muchos desaparezcan. Esto es lo que ha sucedido con los restos de comida de los primeros habitantes de la región. Los arqueólogos no pueden afirmar con exactitud qué presas cazaron y consumieron, pues en los sitios más antiguos no ha sido posible registrar huesos de animales con marcas de corte que aseguren alguna respuesta. 

Una vez en el campo, la ubicación y posición de las evidencias arqueológicas es uno de los datos más informativos acerca de las actividades humanas pasadas, al punto que una pieza fuera de su contexto, poco ayuda a la investigación. El posicionamiento preciso de cada pieza, cada rasgo y sus asociaciones son cuidadosamente registradas. Una de las formas más típicas es con la ayuda de un GPS, cuya precisión cercana a los 6 metros, permite conocer la ubicación de los hallazgos, si se encontraban aislados o agrupados, en alta o baja frecuencia. 

La gran mayoría del registro arqueológico de la región ha sido identificado en las estepas del oriente de la región. En gran medida, esto refleja que más gente vivió en esta área (grupos más grandes o bien más unidades sociales) y lo hizo por más tiempo (mayor antigüedad, estaciones más largas durante el año). 

Otro sector que concentra gran parte de la información arqueológica es la costa de la región. Esta zona está caracterizada por archipiélagos que fueron modelados después del paso del hielo. Como una geografía discontinua, presenta enormes desafíos para el trabajo arqueológico. 

Uno de los propósitos tras la excavación arqueológica es entender cómo los seres humanos habitaron los espacios. En el caso de los cazadores recolectores de la región de Aysén, la cuidadosa excavación de cuevas y el mapeo de cada pieza que se registra permite formarse una idea de las actividades realizadas, los sectores destinados a distintas funciones, cuántas personas estuvieron involucradas y si esto se hizo del mismo modo a través del tiempo. 

Dos son los yacimientos arqueológicos más antiguos en la región. Se denominan Cueva de la Vieja y El Chueco 1 y se ubican respectivamente en los valles de los ríos Ñirehuao y Cisnes. Ambos se localizan en ambientes de estepa. Mientras que el primero tiene una antigüedad máxima de 12.000 años, las ocupaciones más profundas del segundo alcanzan los 11.500 años atrás. 

La región estuvo en gran medida cubierta por grandes glaciares durante la última era de hielo. Éstos formaban represas de hielo que retenían grandes masas de agua, formando lagos en sus márgenes. Los estudios arqueológicos en el río Cisnes y Ñirehuao muestran cómo evolucionaron estas formas del paisaje desde hace cerca de 19.000 años atrás. 

Una pregunta que han investigado los arqueólogos es si los primeros pobladores alguna vez conocieron los grandes lagos. Al parecer la respuesta en esta zona es: no. Cisnes y Ñirehuao ya eran valles fluviales hace cerca de 12.900 años atrás, casi un milenio antes que llegaran los primeros humanos a la región. 

Según los arqueólogos, sus evidencias muestran ocupaciones humanas breves, probablemente de grupos muy pequeños que ocuparon los reparos rocosos para emplazar sus campamentos de paso al momento de estar explorando por vez primera estos espacios. Pocas herramientas y algunos restos de fogones fueron registrados en lo más profundo de los depósitos, donde se inició la presencia humana. 

Una de las diferencias más grandes con el último período glacial son los mamíferos que habitaban la región y que hoy están extintos. Los registros más ricos provienen del sitio Baño Nuevo 1, en el valle de Ñirehuao. En sus depósitos más profundos se encontró una gran diversidad de huesos que testimonian la riqueza de la fauna de hace 13 mil años. 

A diferencia de los restos orgánicos que se preservan menos, las piedras sobreviven mejor al paso del tiempo. Es por esto que uno de los principales materiales que dan cuenta de los primeros pobladores son sus herramientas de piedra y las basuras del proceso por el cual fueron talladas. En sitios como Cueva de la Vieja y El Chueco 1, en los valles de Ñirehuao y Cisnes respectivamente. 

Según los arqueólogos, desde el ingreso de los primeros humanos a la región observaron que generaron un impacto en los ecosistemas que habitaron. Un estudio en el Alto Río Cisnes mostró que los cazadores recolectores no ocuparon la zona de manera continua, pero que en los momentos cuando la habitaron, ocurrieron incendios en el valle y cuando estuvieron ausentes, los incendios no ocurrieron. 

Patrimonio arqueológico

Los arqueólogos hallaron las acumulaciones de partículas de carbón contadas en el lago El Shaman, desde donde se sacó una muestra continua que cubre los últimos 19 mil años. Los fuegos sólo se iniciaron cuando llegaron los humanos hace 11 mil quinientos años atrás como lo muestran las fechas de carbono 14 del sitio El Chueco 1 y del resto del valle. Uno de los aspectos más interesantes es que en momentos donde no hubo humanos, como entre 8 y 7 mil años atrás, las partículas de carbón y por ende los incendios, también cesaron. 

Gracias al minucioso trabajo de los arqueólogos fue posible hallar los restos humanos más antiguos de Aysén. Restos óseos de un total de 10 individuos fueron excavados de los depósitos de la cueva de Baño Nuevo 1, en el valle de Ñirehuao. Todos datan de hace 10.200 años atrás y corresponden a los individuos más antiguos de los que se tenga noticia de toda la región patagónica. 

Las excavaciones realizadas mostraron que fueron cuidadosamente enterrados alrededor de todo el borde y fondo de la cueva, la cual fue usada como espacio fúnebre.No se sabe la razón exacta para la muerte de todo este grupo y si ocurrió por una sola causa o si la cueva fue utilizada para fines fúnebres en un corto período de tiempo. 

Los chenques 

Los chenques son un tipo de entierro humano muy frecuente en la Patagonia. Datan de hace 1.500 años y estuvieron vigentes hasta hace cerca de 300 años atrás. Consisten en acumulaciones de piedra que se colocaban sobre el cuerpo del muerto, cubriéndolo como parte de la ceremonia fúnebre. 

No se caracterizan por tener ofrendas, aunque sí se sabe que se llevaban a cabo ocasionalmente fogatas de cremación durante la ceremonia. En Aysén se han excavado chenques en el valle del río Ñirehuao, en Chile Chico y en las afueras de Puerto Ingeniero Ibáñez; este último, constituye el único catalogado como cementerio por la cantidad de unidades funerarias en el mismo sitio. 

Otra de las preguntas arqueológicas es qué comían los antiguos habitantes de la región. Los resultados de este estudio muestran que los antiguos habitantes de esta parte de la Patagonia tenían una dieta bastante diversa. Es decir, que no consumían un solo animal de manera preferencial, como por ejemplo el guanaco para los grupos Tehuelche, sino que, probablemente incorporaban, junto con el guanaco, pequeñas presas como zorros, piches y aves. 

Hace aproximadamente 6 mil años atrás los grupos humanos que poblaron la región ampliaron los espacios que usualmente habitaban y se internaron en los bosques. Varios son los sitios que nos muestran este fenómeno: Alero Fontana y Cueva Las Guanacas en el valle del río Ibáñez y el más antiguo registrado hasta el momento, Alero las Quemas en el río Cisnes. 

Arqueólogos en Aysén

Los arqueólogos creen que probablemente los bosques se habitaron como parte de la ocupación estacional de las poblaciones que vivían más permanentemente en el este. Continúa siendo una incógnita saber exactamente qué fue lo que motivó este desplazamiento, pero sin duda este espacio abrió nuevas posibilidades de recursos como son especies de ciervos como el huemul y el pudú, los que se han registrado en las excavaciones de estos sitios. 

En la misma época en que empezó a ser ocupado el bosque, observamos los indicios iniciales de la ocupación de los archipiélagos por grupos canoeros.El sitio GUA-10 terraza, en el archipiélago de los Chonos, corresponde a la más temprana evidencia del poblamiento marítimo de la región. Estas islas nunca estuvieron unidas al continente después de la retirada de los glaciares, por lo que necesariamente se requirió de navegación para lograr su acceso y ocupación. 

Los conchales: información arqueológica 

Los conchales no deben ser considerados simplemente basureros de conchas, sino que guardan milenios de evidencias muy significativas que nos hablan de los campamentos transitorios ocupados en los viajes entre las islas de los archipiélagos de Aysén. 

Los estudios realizados demuestran que poblar el archipiélago presentó enormes desafíos a los cazadores recolectores pescadores, diferentes a los de una adaptación terrestre. Las herramientas líticas de estos pobladores muestran cómo dieron solución, por ejemplo, al distinto tipo de presas que estos ambientes ofrecían. Las puntas del armamento de caza necesariamente fueron más grandes y gruesas para poder atravesar los cueros de los mamíferos marinos, más resistentes que los terrestres. Los sitios arqueológicos también nos muestran que uno de los recursos más explotados en el archipiélago fueron los peces, especialmente el jurel. 

La arqueológica revela que quizás uno de los recursos más explotados del archipiélago fueron los moluscos.Las reiteradas visitas a los mismos lugares hicieron que se acumularan las basuras de la recolección y consumo de los moluscos unas encima de otras. Así, se generaron montículos que a veces llegan a varios metros de altura y que testimonian cómo, a lo largo de miles de años, los cazadores recolectores marítimos depositaron en ellos los productos del mar. 

Según los expertos, una de las ventajas de estos tipos de sitios es que ayudan a la preservación de otros restos y, por lo tanto, son ricas fuentes de información arqueológica. Por ejemplo, se preservan muy bien los huesos que nos indican que no sólo consumían moluscos, sino también peces, aves, mamíferos marinos y de río, e incluso ciervos. 

En el año 2019 se llevó a cabo un estudio con el descifrar cómo era Aysén desde hace 12.000 años atrás. Estudiar las características de la ocupación humana durante el Holoceno (últimos 11.600 años) en un área que abarca los densos bosques siempre verdes, la profunda cuenca del río Baker y el Campo de Hielo Norte (por el oeste), el lago Cochrane (por el sur) y el lago General Carrera (por el norte), ha sido parte del trabajo que lidera la investigadora residente del Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia (CIEP), Doctora en Arqueología Amalia Nuevo Delaunay. 

El proyecto se llamó “Evaluación de vías de circulación y callejones sin salida en los Andes de Patagonia centro oeste durante el Holoceno”, y en él trabajaron en conjunto con los investigadores residentes del CIEP, Dr. César Méndez y Mg. Paulo Moreno, más los doctores Omar Reyes (UMAG) y Antonio Maldonado (CEAZA). 

Entre las distintas áreas específicas que abordó la investigación, el equipo trabajó en las cuencas de los ríos Jeinemeni y Chacabuco, la costa sur del lago General Carrera y la localidad de Chile Chico con excelentes resultados: aleros con arte rupestre que dan cuenta de conexiones con otras zonas de Patagonia; y sitios a cielo abierto de los últimos 400 años de antigüedad. El sitio arqueológico Cueva los Carneros muestra una intensa ocupación en el valle del río Chacabuco. Las excavaciones conducidas hasta 2019 muestran que hace -al menos- 3.000 años atrás se inició su ocupación. 

Habitar nuevos espacios involucró que también se ocuparan lugares de más difícil acceso como los profundos bosques. El caso más ejemplar es el del sitio Alero el Toro en el sector bajo del río Cisnes. Excavaciones en este lugar permitieron detectar reiteradas ocupaciones diseñadas tanto para provisión de maderas, como enfocadas en la caza del huemul y pudú. Los restos en este sitio muestran cómo desde hace 2.800 años atrás, el lugar constituyó un punto relevante en el mapa mental de las poblaciones que organizaron sus rutas de movimiento a lo largo del cauce del río. 

Los arqueólogos han encontrado manifestaciones de arte rupestre en Cueva de Punta del Monte, una de las expresiones más notables de la arqueología en Aysén. Casi en todos los casos, se trata de manifestaciones de pinturas que se han registrado en cuevas y aleros. A veces solamente corresponden a un motivo y en otros casos, son conjuntos de representaciones que se distribuyen de forma diferencial en sus paredes. Las pinturas minerales se colocaban directamente en las paredes, con el uso ocasional de algún aglutinante orgánico, como grasa animal, de modo que se adosaran mejor. 

Los principales colores del arte rupestre de la región son el rojo, en menor medida el blanco y negro y excepcionalmente, el amarillo, el verde y otras tonalidades de ocre. Sin embargo, el deterioro por el paso de los años, la exposición solar y la fragmentación de las paredes rocosas hacen que el arte rupestre esté en permanente proceso de desaparición. Uno de los sitios característicos es la Cueva de las Manos del río Pedregoso en el valle del río Jeinemeni. 

El Paredón de las Manos 

Paredón de las Manos Arqueología

Es un sitio de gran atractivo turístico, que permite acercarse a las huellas que dejaron los tehuelches. Este paredón consiste en pares rocosas donde se encuentran plasmadas las manos, que datan de hace uno 5.000 años. Pintadas con una mezcla de tintes, incluso sangre, que lo ponían en la boca y escupían por un hueso ahuecado de guanaco. 

Para Visitar el Paredón se debe recorrer cerca de un kilómetro hacia el sur de Villa Cerro Castillo por la carretera para luego tomar un camino vecinal de 2 kilómetros. hasta el recinto del Museo y Centro de Investigación. Se cuenta con la presencia de un guía para realizar visitas al monumento arqueológico. Pared rocosa de 35 metros con vestigios dejados por los Tehuelches con manos de adultos y niños. Existen vestigios de la cultura Tehuelche en toda la cuenca del Lago General Carrera, no obstante, no todos los sitios están abiertos al público. 

Paredón de las Manos

El arte rupestre fue posiblemente parte del acervo cultural de los cazadores recolectores desde cerca del inicio de su presencia en la región. Pero como las pinturas fueron hechas principalmente con pigmentos minerales son difíciles de fechar. Sin embargo, su distribución, ubicación, los motivos más comunes y sus características permiten sugerir que la gran mayoría de las manifestaciones provienen del momento cuando la región se empezó a usar de forma más continua. 

¿Cómo era la vida de los antiguos habitantes de Aysén? 

La cuidadosa excavación y registro de los materiales arqueológicos permite reconstruir las actividades desarrolladas en los lugares usados por los seres humanos. Por ejemplo, alrededor de los fogones se desarrollaron actividades; al igual que lo hacemos nosotros mismos cuando acampamos. Las actividades más comunes que observaron los arqueólogos en el registro arqueológico excavado alrededor de las fogatas de las cuevas de Aysén son la confección y reparación de herramientas, el carneo de las presas y su procesamiento y la combustión de frutos que venían adosados a los alimentos vegetales que se recolectaban. 

El consumo de los animales cazados involucró gran parte del esfuerzo y tiempo de las actividades de los cazadores recolectores móviles que habitaron la región de Aysén. Como tal, una importante cantidad del material arqueológico que se encuentra en los sitios corresponde a las herramientas utilizadas en distintos pasos de la subsistencia diaria. Las herramientas usadas en la caza, desposte, trozado y corte de las presas eran piezas talladas por una o por ambas caras, confeccionadas a través de golpes dirigidos. Se usaron finas sílices, pedernales y obsidianas que eran las rocas más adecuadas para poder dar formas específicas a herramientas particulares. 

Los habitantes de Aysén fueron cazadores recolectores, pero al igual que en el resto de Patagonia, se asume que la caza era su principal forma de sustento. Esto, sin embargo, no se basa en toda la evidencia, sino que probablemente se debe a que es muy difícil encontrar información relativa a las plantas que se consumían en los sitios arqueológicos. 

Curtir los cueros de guanaco, decorarlos y coserlos con finas terminaciones para confeccionar capas y toldos fue una de las actividades más características de los antiguos habitantes de Patagonia. Los quillangos, como se les denominaba a estas capas personales, sólo se conocen por la etnografía y algunas colecciones de museo, ya que no es común que sean preservadas arqueológicamente. 

Sin embargo, la gran cantidad de raspadores, raederas, leznas y perforadores registradas en los sitios arqueológicos, sugieren que su confección fue una de las actividades más características y que posiblemente requirieron de mayor cuidado y precisión entre los habitantes de esta región.

Sin comentarios

Escribe tu comentario




No está permitido verter comentarios contrarios a la ley o injuriantes. Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.