Durante la Edad Media, la fuerza imparable del Islam se extendió por un inmenso territorio que abarcaba Asia, África y el sur de Europa. La presencia musulmana se prolongó ocho siglos en la península Ibérica desde inicios del siglo VIII hasta finales del siglo XV con la toma del último reducto, Granada, en 1492.
Contrasta la oscuridad científica y cultural de los reinos cristianos con el florecimiento a todos los niveles y en todas las materias que gozó el ámbito musulmán. En el mismo, eran habituales los viajes y largas estancias de filósofos, sabios, poetas, hombres santos o artistas que se desplazaban de una a otra ciudad o corte buscando un mecenas, un señor al que servir o a otros sabios con los que compartir el conocimiento. Ese fue el caso de nuestro gran maestro sufí Ibn Arabí.
Ibn Arabí nació en Murcia en 1165 si bien en 1172 su familia se desplazó a Sevilla para servir su padre a los nuevos señores de al-Ándalus, los almohades. Allí contará con dos grandes maestras sufíes: Fátima de Córdoba y Sharms de Marchena. Conocerá a otro de los grandes filósofos andalusíes, Averroes.
Su ansia de saber le llevó a viajar primero por al-Ándalus y el norte de África para prolongar sus andanzas hasta Medina, La Meca, Mosul, Jerusalén, Bagdad, Alepo, Damasco y Konya. En esta ciudad de Anatolia contó con la protección del sultán del reino de Rum, el más poderoso de Asia Menor, Kaikaus I, quien reinó entre 1211 y 1220.
Tumba de Mevlana
Nos trasladamos a esa ciudad que es la más sagrada de Anatolia y un importante centro de peregrinación donde se encuentra la tumba de Mevlana o Rumí. Rodeamos la colina Alaadin Tepesi o Parque Alaeddin, antigua ciudadela medieval o la Acrópolis en la antigüedad, donde se alza una imponente mezquita.
Monasterio de Mevlana
Si nos desplazamos por la Mevlana caddesi, o calle Mevlana, alcanzaremos el monasterio y el mausoleo de Rumí. Junto a ellos, en la plaza que lleva el nombre del santo, admiramos la mezquita del sultán Selim II, de 1567.
Mezquita del sultán Selim II
La tumba es imponente, propia del importante personaje, poeta, filósofo, santo y fundador de los derviches giróvagos, una peculiar forma de interpretar y vivir el sufismo, la rama mística del Islam. Los peregrinos elevan sus plegarias y rinden sentido homenaje. Los viajeros de otros credos respiran la solemnidad y santidad y admiran la ornamentación. En la sala contigua y en las antiguas celdas del monasterio han instalado el Museo de Arte islámico que merece la atención de quienes se han acercado hasta Konya.
Celdas del monasterio, hoy Museo de Arte Islamico
Nos preguntamos si llegaron a reunirse nuestro gran maestro murciano Ibn Arabí y Mevlana. El autor de Las iluminaciones de La Meca, el más grande de los maestros, Sultán de los gnósticos, como fue calificado, pasó sus últimos diecisiete años en Damasco hasta su muerte en 1240. Mevlana había nacido en 1207 en Balj, una ciudad de Afganistán, y no se tiene conocimiento de tal encuentro. Sin embargo, sí que mantuvo contacto con Sadr al-Din Qunyawi, el principal discípulo de Ibn Arabí y gran difusor de su pensamiento que reunió la herencia del sufismo y la sintetizó para abarcar todos los aspectos del Islam.
Remate de la tumba de Mevlana
Regreso al mausoleo y trazo un diálogo imaginario entre Mevlana e Ibn Arabí que se prolonga hasta más allá de las cúpulas que acogen su última residencia. Su sabiduría lo impregna todo, la santidad reconforta y una especial sensación de paz es creada por ambos sabios.
Mezquita Azizia
Damos un paseo por Konya. En la época romana, denominada Claudiconium, predicaron en el lugar San Pablo y San Bernabé. Las andanzas de Pablo de Tarso por Turquía darían para una buena ruta. Hacemos tiempo asomándonos a la mezquita Azizia, barroca, en la zona del bazar, que ofrece un exotismo moderado. Podríamos acercarnos a alguna de las madrasas o escuelas coránicas, a un gran parque que encierra el cementerio y a alguno más de sus monumentos, no demasiado abundantes. Las invasiones y guerras han fulminado una parte importante de su pasado y han sembrado modernidad. Nuestro objetivo es una de las congregaciones de los derviches giróvagos.
Zona del bazar
Muchos viajeros acuden a contemplar las danzas de los derviches con un montaje que agrada por su espectacularidad, aunque sin el misticismo de la danza hipnótica que ejecutan dos derviches en un ámbito más recogido, más filosófico y más acorde con las enseñanzas de Rumí. Se despojan de las capas negras, empieza la música, alzan los brazos y comienzan sus giros con los ojos cerrados, en éxtasis, buscando la unidad con el Supremo, fusionando la armonía del ser con la comunión del alma. Es un momento mágico y místico. Contemplarles eleva nuestro espíritu.
Danzas de los derviches
Después nos enfrascamos en una suculenta conversación con el maestro de la congregación que nos da unas pautas y unas ideas universales, que cualquiera puede asimilar y aplicar en su vida.
Avanza la noche y salimos a la luz, a la iluminación de calles y monumentos, a la iluminación de nuestro interior más profundo y místico.
Damos gracias a Ibn Arabí, a Mevlana-Rumí, a sus discípulos, al maestro de los derviches, a la incontestable espiritualidad de Konya. Somos peregrinos de la mística.
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