La Gran Mezquita de Santa Sofía, uno de los grandes emblemas históricos y arquitectónicos de Turquía, declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO en 1985, está siendo objeto de una ambiciosa restauración estructural que tiene como objetivo garantizar su preservación para las generaciones futuras. Con casi 1.500 años de historia, esta joya arquitectónica situada en el corazón de Estambul ya ha conseguido, en apenas tres años, reformar y reforzar gran parte del macizo arquitectónico de mármol. Actualmente, el proyecto continúa con la fase más ambiciosa hasta el momento: la restauración integral de su emblemática cúpula.
El Gobierno de Turquía, a través de su programa de conservación del patrimonio, ha puesto en marcha esta intervención sin precedentes que reforzará la estructura de la cúpula para hacerla más resistente a los terremotos, manteniendo intacta su forma original y la integridad de sus elementos bizantinos.
La restauración se enmarca en un proyecto de conservación ambicioso, que comenzó hace tres años con la restauración de otras estructuras del conjunto monumental, como las tumbas de los sultanes Mehmed III, Selim II y Murad III, el colegio otomano infantil (Sıbyan Mektebi) o la sala del reloj (Muvakkithane). También se ha reabierto al público la galería superior tras su limpieza y mantenimiento.
Además, se ha creado una réplica digital completa de Santa Sofía mediante tecnología 3D, lo que permitirá seguir documentando su evolución con precisión y facilitar futuras tareas de conservación.
Testigo eterno de la historia de Estambul
Construida, en origen, como una basílica cristiana hace 1500 años, la Gran Mezquita de Santa Sofía ha sido testigo de diversas civilizaciones, culturas y épocas de la historia. Esta construcción era conocida antiguamente como la Iglesia del Sagrado Conocimiento y considerado el templo más importante en toda la cristiandad. Tras la conquista otomana, fue transformada en mezquita por el sultán Mehmed II y embellecida con nuevos elementos arquitectónicos, como minaretes y motivos islámicos.
En el siglo XVI, el sultán Selim II confió al célebre arquitecto Mimar Sinan una doble misión: levantar dos nuevos minaretes en el lado occidental de Santa Sofía y reforzar la estructura de la mezquita, que ya mostraba signos de debilitamiento. La intervención de Sinan fue clave para garantizar la supervivencia del monumento a lo largo de los siglos. Gracias a la incorporación de contrafuertes y soluciones estructurales innovadoras, Santa Sofía ha resistido numerosos terremotos devastadores sin perder su esplendor. Desde el siglo VI, sus muros han acogido a millones de fieles y visitantes, y gracias a proyectos de restauración como el actual, se asegura que este emblema de la arquitectura universal continúe siendo lugar de oración, historia viva y admiración universal.
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