El sendero de Calalga a la Fustera

La luz ha cambiado, los colores se han posicionado con ventura y tu ánimo estará dispuesto para otras excursiones que alternen con el tradicional esquema de sol y playa
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De niño, mi mundo de exploración terminaba en el paseo marítimo de la playa de Levante y aquella misteriosa y casi mítica casa, Chez Catherine, que se escondía tras la vegetación para no restar protagonismo al arco de acantilados bajos de la cala Calalga. El Peñón de Ifach quedaba temporalmente fuera de la escena por una ligera cuesta.

Peu00f1on de Ifach y playa de Levante con acantilados

Aquel perfil incógnito de mi niñez guardaba un secreto al que fui merecedor en mi madurez: el sendero ecológico que reptaba hasta el puerto deportivo de Les Bassetes y se prolongaba hasta la cala de La Fustera, ya en el vecino municipio de Benissa. El destino me brindaba una sorpresa.

Este sendero lo asocio con mis seres queridos: mi familia, mis amigos, las personas que dan significado a mi vida, Ella. Por eso necesito de su viva sonrisa para recorrerlo una vez más, para compartir con Ella este soleado tesoro, para que me ayude a individualizarlo en esa infinidad de ocasiones que bullen en mi memoria. Dispara todos mis recuerdos.

Lo he fotografiado hasta la saciedad y siempre me ha mostrado algo nuevo, pequeños regalitos quizá reservados a ese niño indeciso que aún guardo en mi interior y que me impulsa a continuar admirando el mundo que me ofrece la vida.

Bajada a una cala desde el sendero

Hacemos un esfuerzo para no dejarnos embaucar por las calas y cesar en nuestro avance. Porque el sendero ofrece un rosario de pequeñas calas accesibles por empinadas escaleras casi escondidas. El baño se transforma en un ejercicio de soledad ajeno a las playas de arena de Calpe. Las olas arañan las rocas de los acantilados y provocan su placer, las desvelan para ser conscientes de la maravillosa realidad del paisaje. Emiten un ronroneo que relaja al senderista, al caminante de un peregrinar por la belleza.

El sol se enfrasca en un diálogo, aunque su potente voz de rayos poderosos obliga a buscar la sombra, a refugiarnos bajo las frondosas adelfas que se infiltran en el camino desde un lado para compartir con las ramas y las hojas de los pinos peinados en la dirección del viento. Agradecemos ese favor sencillo, la filtración del suficiente sol para unos efectos especiales a los que somos devotos.

Su mirada de intensos ojos verdes se clava en el mar que coquetea con el cielo y trata de copiar sus colores sobre la tersura de la calma infinita. La vegetación abre huecos periódicamente para improvisar miradores, que el Mediterráneo necesita adoradores para su causa. Al fondo, hacia la derecha, el Peñón de Ifach recuerda a un león tumbado, la melena erguida hacia el frente, el cuerpo en descenso, la piel de dura piedra que refleja la espontaneidad de la luz, el brillo del día de sensual ambiente.

Los grillos cuchichean sus confidencias monótonas mientras avanzamos hasta el puerto deportivo de Les Bassetes. El calor se intensifica y nos dan envidia los bañistas, las velas desplegadas de los barquitos de la escuela náutica, los buceadores que asoman la cabeza, los nadadores empeñados en vencer, que es día de competición. Las curvas nos encauzan, nos ofrecen ángulos distintos, nos distraen con toda su buena intención. Lo más inteligente es reponer líquidos en el bar del puerto antes de subir una cuesta e iniciar la segunda parte.

Calas y acantilados bajos y el puerto Les Bassetes

La convivencia de la naturaleza con las villas, algunas como pequeños palacios de líneas vanguardistas, rectas y sencillas, otras, tradicionales y mediterráneas con sus frescos arcos y galerías, es ejemplar, aunque hayan dejado poco espacio para la pinada. Son elegantes y ninguna alza su altura para causar mayores males. Esta es la zona de mayor concentración de villas, chalés y viviendas unifamiliares de Europa y que conforman una comunidad que parece la ONU por su diversidad. Goza de la bondad del clima durante casi todo el año. Prefieren marcharse en los meses de julio y agosto, cuando el turismo más intenso pone en peligro su tranquilidad que comparten con la brisa, el rumor del mar y un sol imposible de disfrutar en sus países del norte. Una dorada jubilación que evita el despoblamiento en otoño e invierno.

Peu00f1on de Ifach 2 (1)

El sendero se entretiene en pequeñas subidas y bajadas para afianzar el esfuerzo de los caminantes y crear una pequeña ansiedad por alcanzar la cala de La Fustera, breve, magnífica para un baño, para refrescarse, para reponer fuerzas en el chiringuito que se ha transformado en un afamado restaurante, y descansar.

El regreso nos ofrece una nueva perspectiva, una segunda experiencia u oportunidad a la que no se debe renunciar. Silencia el cansancio de tus piernas y disfruta como lo has hecho a lo largo de todo el recorrido.

La luz ha cambiado, los colores se han posicionado con ventura y tu ánimo estará dispuesto para otras excursiones que alternen con el tradicional esquema de sol y playa.

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