Paisajes más allá de la frontera: Uruguay, la tranquilidad de las olas quietas (1)

La Plaza de la Independencia, la más importante de Montevideo, en pleno centro de la urbe, en la que se ubicaba la antigua ciudadela, aporta el aire señorial al entorno
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Mis viajes a Argentina tenían como obligado complemento la visita a Montevideo. Frente a los contrastes y la exuberancia, la tranquilidad de las pequeñas cosas, de las calles vacías, las plazuelas a la sombra de los árboles y el Río de la Plata bordeando la ciudad con la quietud de sus aguas grises y sin los grandes rascacielos de la ciudad porteña.

Rio de la plataRío de la Plata

El ambiente apacible y tranquilo deja poco espacio para la emoción y el hotel donde me alojaba, de construcción moderna y funcional, tampoco merece comentario, al margen de la comodidad y el buen trato dispensado. Su ubicación da la posibilidad al viajero de disfrutar del largo paseo de una playa en calma, al lado de la Rambla Armenia y bordear la bahía que aparece frente a él. Cerca de allí, la Playa de los Pocitos, en el barrio del mismo nombre, donde las lavanderas acudían a lavar la ropa haciendo pozos en sus arenas limpias, regadas por el agua dulce del río. Ahora las construcciones antiguas conviven allí con edificios de apartamentos de diez o doce plantas.

CiudadelaCiudadela

Un recorrido por la parte antigua nos lleva al pasado colonial, como ocurre al llegar a la Puerta de la Ciudadela, lugar de entrada a la fortaleza de Montevideo, construida por los españoles para defender las murallas de la ciudad de los ataques externos.

La Plaza de la Independencia, la más importante de Montevideo, en pleno centro de la urbe, en la que se ubicaba esa antigua ciudadela, aporta el aire señorial al entorno. Allí, en el centro se asienta el monumento a Artigas, estatua ecuestre de uno de los héroes de la Guerra de la Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, de tal modo que su memoria se honra tanto en Uruguay como en Argentina.

Plaza independencia artigasPlaza de la Independencia

El general José Gervasio Artigas, que así se llamaba este personaje, nació en Montevideo, en 1764. Pronto se hizo con la habilidad de las armas y del caballo, observando a los gauchos que vivían en las tierras pertenecientes a su familia, una de las más acaudaladas de Montevideo. En su mocedad se dedicó, al parecer, y movido quizá por las travesuras y el ímpetu a que se tiende en la adolescencia, a tareas clandestinas y al contrabando, algo esto último muy propio de la época, según parece también. Aparte de sus tareas y aficiones revolucionarias, llevadas a cabo entre 1810 y 1820, tuvo tiempo, además, para el trato con las mujeres. En un primer momento de su vida convivió con los indios charrúas, de tal modo que llegó a tener mujer e hijo pertenecientes a este pueblo amerindio. Después conoció a Isabel Sánchez Velásquez, quien, tras separarse de su marido, con quien tuvo cinco hijos, mantuvo una relación amorosa con Artigas, de la que nacieron cuatro hijos. Isabel moriría y, al poco de fallecer, nuestro protagonista contrajo matrimonio con su prima Rosalía Rafael Villagrán, con la que tuvo otros tres hijos, dos de los cuales fallecieron pronto, por lo que Rosalía quedó sumida en una grave enfermedad mental que destruyó el matrimonio, finalmente anulado por demencia de la esposa. Fue entonces cuando consumó un nuevo matrimonio con Melchora Cuenca, una lancera paraguaya, de cuya unión nacieron otros dos hijos.

Tras una vida dedicada a la vida militar y política, organizando marchas y éxodos colectivos, ocupando puestos de relevancia, y liderando confederaciones y Ligas Nacionales o manteniendo conflictos con otros gobernantes, terminó exiliado en Paraguay los últimos años de su vida, entre 1810 y 1850, cultivando la tierra y sin dar problemas a las autoridades del país. En aquellas tierras conoció, en 1825, a la que sería su compañera hasta la muerte, Clara Gómez Alonso, y con quien tuvo otro hijo que llegó a ser teniente coronel en Paraguay y, de esta forma, seguir los pasos de su progenitor. Como vemos, no perdió el tiempo nuestro heroico e ilustre libertador para hacerse con los favores femeninos al tiempo que con cada una de ellas aumentaba la prole y se aseguraba una larga descendencia.

Mercado del PuertoMercado del Puerto

Paseando por la Ciudad Vieja de Montevideo, puede uno recrear esa época colonial en la que pudo haberse desarrollado vidas tan apasionantes como la del mencionado Artigas, visitar el Cabildo o la Catedral Metropolitana, hasta terminar en el Mercado del Puerto, en las cercanías del litoral norte de la ciudad. Este mercado tuvo su origen en el empeño de unos empresarios por idear una construcción metálica sobre bases de hierro, algo totalmente desconocido en América, pero que se comenzaba a usar en Europa, dando su muestra más significativa después en la torre Eiffel. Concebido como mercado de frutas, verduras y carnes para proveer a las familias adineradas de los alrededores, fue escenario también, por ejemplo, de encuentros entre Carlos Gardel, legendario cantante de tangos argentino y actor de cine, y el tenor italiano Enrico Caruso, aclamado por su potencia y tono de voz. En la actualidad, como pude comprobar en alguno de los numerosos restaurantes instalados en su interior, se saborean los sabrosos asados uruguayos, tan deliciosos como lo que pude probar en Argentina.

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